ILa cara de Alfaro, se fue transformando lentamente a medida que se acercaba a la escena del crimen. A escasos metros, la detective García, interrogaba al sujeto que había efectuado el hallazgo.
El cuerpo yacía sobre periódicos y bolsas plásticas dentro del contenedor de basura. Los técnicos buscaban huellas, pistas, tomaban fotos y realizaban mediciones.
Alfaro, el agente policial recién salido de la academia, no podía ocultar la mezcla de repulsión y horror que se le dibujaba en el rostro.
Músculos, órganos, huesos, todo expuesto. Un cuerpo desnudo, desprovisto no sólo de sus ropas, sino también de su epidermis. Perfectamente desollado.
-Fue un trabajo limpio –aseguró el forense-, hecho con el material adecuado y mucha paciencia, ¿de qué otra manera podía hacerse algo así?
-Un sujeto dedicado y meticuloso, diestro con el bisturí -complementó García.
-El segundo en menos de un mes -acotó Alfaro, quitándose el pañuelo de la boca y pasándoselo por la frente-. El otro lo encontraron colgado en un depósito abandonado, como si se tratase de una res metida en la cava de un frigorífico.
La detective García guardaba su libreta de anotaciones, lo último que escribió fue, “el único testimonio con el que contamos, al igual que en los otros casos, es con el de la persona que descubrió el cuerpo”.
No había testigos, ni rastros, sólo la sangre del occiso y su rojiza carne descubierta. ¿Y la piel? ¿Dónde diablos estaba la piel? ¿Acaso se trataba de una suerte de macabro cazador que, aburrido ya del cuero animal, buscaba ahora nuevas emociones? Como esa, muchas otras conjeturas. Demasiadas preguntas y pocas respuestas.
Cuatro víctimas en lo que iba de año, tres hombres y una mujer, todas de distintos estratos sociales, no había un móvil aparente; sólo cuerpos sin vida, desollados, y abandonados a su suerte (¿suerte?).
Alfaro atendió una llamada en su celular, cuando colgó, se dirigió hacia la experimentada detective García:
-Era el comisario, ya comenzó a meter presión. Que ya van cuatro, que qué le tenemos, que los periodistas lo están acechando, que qué les dice...
-¡Basta Alfaro! Suficiente, dile al comisario que se vaya a la mierda, que yo ya tengo bastante con esto.
IILa campanilla de la puerta de la talabartería sonó, anunciando la llegada de un visitante.
Jacobo salía de la trastienda para acomodarse detrás del mostrador y poner la mejor de sus sonrisas para recibir al posible cliente.
-Buenos días.
-Muy buenos días tenga usted, mi estimado. Bienvenido a la “Talabartería y Peletería Jacobo”, todo en pieles de la más excelente calidad, atendido por su propio dueño. Dígame, en qué podemos complacerle.
-¡Eh!... imagino que Jacobo, es usted.
-Así es señor, el mismo, para servirle.
-Vengo por referencias de un amigo. Él me entregó esta tarjeta con la dirección y su nombre. Su recomendación fue muy entusiasta y convincente, tanto así que no dudé en venir.
-¡Caramba! Mi agradecimiento a su amigo entonces.
-Vi la silla de montar que le hizo y me encantó, en verdad que es otro tipo de cuero, para nada común.
-Trabajo con encargos especiales, mis pieles son únicas y el proceso de curtido es óptimo, ¿el resultado?, pues, salta a la vista.
-En verdad quedé maravillado con la silla. Excelente textura, un cuero muy suave y un extraño y bello color que no he visto en ningún catálogo. Y mire que he visitado muchas talabarterías alrededor del mundo. Soy un aficionado del cuero.
-En todo caso, déjeme primero aclararle que prefiero utilizar el término “piel”, en lugar de “cuero”. Puedo asegurarle además, que en ningún otro lado conseguirá, un tipo de piel como las que utilizo para mis encargos.
-Bueno amigo, no se hable más y pasemos a lo del pedido. Estoy interesado en una chaqueta de cuero, ¡eh!, perdón, de piel, para mi esposa. Deseo un color inusual, algo exclusivo, pero eso sí, de tono oscuro.
-Sólo necesito tiempo y un pequeño adelanto. Como comprenderá, tardo un poco en encontrar “pieles exclusivas”. El proceso es totalmente artesanal y sin intermediarios; es decir, que yo mismo consigo “la pieza”, la desollo, realizo la operación de curtimiento, y finalmente confecciono el encargo, todo con mis propias manos y métodos antiguos.
-Esta bien, no se preocupe por el tiempo, vine con suficiente antelación y el dinero tampoco es problema; estoy dispuesto a sorprender a mi esposa con algo único y digno de ella, sin escatimar en gastos.
-Pues así será. Le indico que sólo acepto efectivo, aquí está el monto total y el porcentaje del anticipo. Por favor, déjeme un número telefónico que solamente usted atienda; yo lo contactaré en su momento. ¡Ah! y un último favor, no me de nombres...
IIIAlberto, hombre alto, flaco y de tez oscura, llegó muy contento a casa; traía buenas nuevas para su esposa y sus dos pequeños hijos.
-¡Alégrate mujer! He conseguido trabajado al fin.
-Qué maravillosa noticia. El buen Dios ha prestado atención a nuestras súplicas.
-Comienzo mañana mismo, la paga no es mucha, pero alcanzará para satisfacer nuestras necesidades.
-Bueno Alberto, de seguro es mejor que nada. Y dime, dónde trabajarás.
-Es en una talabartería. El dueño acababa de colocar el aviso en la vidriera solicitando un ayudante, cuando venía pasando y alcancé a verlo. De inmediato entré y después de mirarme fijamente por unos instantes, dijo que era precisamente lo que andaba buscando. Me hizo mucha gracia su comentario, “eres la pieza que necesito”.
-¡Caramba! Como si te hubiese estado esperando.
-Así es mujer. En seguida me habló del salario y de la necesidad inmediata que tenía de enviar a una persona a atender algunos asuntos en el exterior.
-¡O sea qué tendrás que viajar!
-Tranquila, partiré pronto, pero mi jefe se encargará de hacerte llegar parte del dinero durante mi ausencia.
-Qué rápido resuelven las cosas ustedes los hombres, y sin necesidad de consultas...
-Vamos mujer, no empieces. Más bien, alégrate y comienza a preparar la despensa, que pronto tendremos para llenarla.
IV
Había pasado más de un mes desde el hallazgo del último cuerpo despellejado. Aún sin pistas y perdida en un montón de fotografías y carpetas, la detective García salió de su oficina para dirigirse a las afueras del recinto policial y fumarse un cigarrillo.
En la entrada del edificio, se topó con una joven mujer acompañada de dos niños pequeños. Le llamó la atención la cara de angustia y preocupación que traía, así que procedió a interrogarla.
-¿Señora, busca a alguien en especial? ¿Algún problema?
-Se trata de mi esposo. Salió de viaje hace ya algún tiempo por asuntos de trabajo y desde que partió, no hemos tenido contacto. Su jefe me dice que todo está bien, que pronto regresará y que me quede tranquila. Me ha dado dinero y prometió no dejar de hacerlo, pero presiento que algo anda mal. Mi esposo es una persona que no acostumbra a desprenderse de su familia por mucho tiempo, y siempre procura mantenerse en contacto, me extraña muchísimo que a más de un mes de su partida, aun no se haya comunicado conmigo.
-Bueno señora, quizás no sea nada, pero de todos modos, diríjase a la sección de personas desaparecidas y pida que por favor abran un reporte, ya los agentes se encargaran del resto.
En ese preciso momento, sonó el celular de la detective García, era el agente Alfaro avisándole que habían descubierto otro cadáver sin piel.
En la morgue, el forense recibía la misma notificación. Después de colgar, resopló fuertemente y abrió la primera gaveta de su escritorio. Sacó una pequeña licorera plateada y tomó un trago.
-Aquí vamos de nuevo, a verle la cara a la estúpida de García y al incompetente de Alfaro. Todavía no me explico, cómo es que la detective insiste en repetir la misma frase, “un sujeto dedicado y meticuloso, diestro con el bisturí” ¡Por Dios! ¿Cuál bisturí?
Seguidamente, abrió la segunda gaveta, y el misterioso brillo que salía de ella hizo que esbozara una sonrisa.
Al mismo tiempo, pero en distinto lugar, otro hombre contestaba una llamada:
-¡Aló!
-Su encargo está listo, señor...
http://lemuriosidades.blogspot.com/