Los rateros -dos magrebíes adolescentes- no despegaban ojo del maletín de cuero que un cuarentón blanco había depositado entre sus piernas después de tomar asiento en el metro.
Mi insistencia en vigilar a los dos muchachos ha provocado que estos desistan y abandonen el vagón en la parada anterior, mientras me fulminaban con una mirada que significaba odio y venganza. Espero que pierdan mi rostro la próxima vez que esnifen pegamento.
He de concluir, pues, que he evitado el robo de un maletín en el metro. Es una buena acción, sin duda, que el público de este vagón debería de haber aplaudido en caso de abandonar su letargo.
Quizá he intervenido para impedir la quiebra de una fábrica de armas cuyos papeles maestros, que viajan en este maletín, deben presentarse puntuales en el consejo de administración, dentro de veinte minutos, para decidir el futuro de mil trabajadores, y la destrucción de unos cuantos países.
Quizá he intervenido para lograr que este maletín explote a los pies de este terrorista blanco antes de que lleguemos a la próxima estación.
Mi insistencia en vigilar a los dos muchachos ha provocado que estos desistan y abandonen el vagón en la parada anterior, mientras me fulminaban con una mirada que significaba odio y venganza. Espero que pierdan mi rostro la próxima vez que esnifen pegamento.
He de concluir, pues, que he evitado el robo de un maletín en el metro. Es una buena acción, sin duda, que el público de este vagón debería de haber aplaudido en caso de abandonar su letargo.
Quizá he intervenido para impedir la quiebra de una fábrica de armas cuyos papeles maestros, que viajan en este maletín, deben presentarse puntuales en el consejo de administración, dentro de veinte minutos, para decidir el futuro de mil trabajadores, y la destrucción de unos cuantos países.
Quizá he intervenido para lograr que este maletín explote a los pies de este terrorista blanco antes de que lleguemos a la próxima estación.
2 comentarios:
Un maletín en esta época da pie para imaginarse mil y un historias (todas o casi todas) siniestras.
Propongo que en lugar de Las mil y una noches escribamos Los mil y un maletines.
En ese libro Sherezade trabaja en una talabartería y si el cuento no le gusta al dueño del negocio, la bota sin pagarle su liquidación doble, como le correspondería en un mundo normal.
15 de mayo de 2007 10:15
Publicar un comentario